Cuando una persona comete una injusticia contra alguien, en el fondo, el que la comete se siente superior, está seguro de que su conducta injusta quedará impune. Al cometer una injusticia sobre alguien, en esencia, lo estamos ultrajando en su dignidad, atentamos contra sus más íntimos sentimientos de vergüenza al saber que no se defenderá contra nosotros. Toda injusticia es una degradación al ser humano, una humillación y un atentado a sus derechos. Por eso, Goethe afirma que cuando cada cual toma lo suyo, se logra una paz inalterable. Y Goethe insiste en la idea de la injusticia al decirnos:
“Si a ser libre aspiras, hijo mío, aprende lo que es justo y a ello atente. ¡Date por satisfecho y tu mirada nunca arriba levantes impaciente!”.
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Goethe se refiere a una libertad del espíritu, libertad que aniquilamos cuando nada queremos entender de la justicia y menos practicarla. Si nuestras conductas son injustas con nuestro cónyuge, hijos y desconocidos, es imposible que podamos gozar de la libertad espiritual, como un don casi divino. Levantamos nuestra mirada hacia arriba y de manera impaciente, cuando no queremos atenernos a lo justo. Las personas injustas, ya sea que traten de obtener dinero, ventajas emocionales, manipular sentimientos, explotar al prójimo, siempre, esa persona injusta estará descentrada. Ha perdido el equilibrio espiritual y emocional, porque quiere obtener bienes o beneficios de diversa índole, de manera injusta, actuando con prepotencia y soberbia. En la misma obra de Las Cuatro Estaciones, nuestro genial poeta Goethe remata la idea escribiendo lo siguiente:
“Mas por desgracia, nadie se conforma con lo que de derecho le compete; así que, para guerras y litigios, hay materia sobrada eternamente”.
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Si nos empeñamos en conformarnos con lo que nos corresponde, nuestras vidas serían más libres, dignas y plenas. En la raíz de las injusticias, se esconde un corazón lleno de soberbia, una ambición y codicia enfermiza que todo lo atropella, lo hiere, o lo mata. Muy seguramente, la codicia y la envidia son los motores de las injusticias que se cometen y que cometemos. Las conductas injustas que hacemos nos roban la libertad y la paz, y además, corrompen nuestra alma, que es lo más sagrado que tenemos.